domingo, 8 de mayo de 2011

Mientras jugábamos

Corríamos desde la esquina hasta el rincón del pasaje, gritando y saltando con el mejor de los juegos. Aquel domingo, no recuerdo de qué estación del año, Santiago nos ofrecía una hermosa mañana. Mientras correteábamos de un lado para el otro, alcancé ver a través de su ventana, a la Alicita, la hermana del Estay mientras cosía en su hermosa maquina de pedal. Un metro más allá, una puerta entre abierta, la casa de la Nenita y Don Guillermo, desde donde salía el más apetitoso aroma de sus sabrosas comidas y de sus exquisitas empanadas fritas. Un poco más lejos, la casa de la Anita, mi amiga, que parecía ser como la hermana mas grande, siempre preocupada recibiéndome en su hogar, ayudándome con mis tareas y cada vez que me enfermaba, su visita era infaltable en mi casa, pasábamos horas jugando, dibujando y leyendo mientras escuchábamos la radio, ella y sus padres se destacaban por ser muy buenas personas y conmigo fueron siempre muy cariñosos, su mamá la Sra. Elsa, era especialista en lavado y planchado de ropa, las camisas le quedaban como recién salidas de una tienda, su papá don Isaías, un excelente pintor de brocha gorda, muy trabajador y un extraordinario vecino. Recuerdo cuando entraba a su casa por un estrecho pasillo ordenado, limpio, con muchas plantas en maceteros y sus helechos colgantes, en su living comedor la mesa dispuesta para el almuerzo, la tabla de planchar preparada para la tarde, desde de la cocina brotaba el aroma de una exquisita carbonada, don Isaías, sonriendo como de costumbre me saludaba, mientras sentado en su sillón leía el diario.


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