viernes, 9 de septiembre de 2011

El Tutú y sus dulces

Las cinco de la tarde, estábamos con  Jacqueline y Patricia conversando en frente de mi casa, cuando repentinamente, escuchamos un sonido parecido al de una corneta. Nos miramos las tres, las  carcajadas fueron estrepitosas.  La originalidad del comerciante en esos años nos sorprendió, asomado al centro de los pasajes, estaba un caballero con un pequeño carro triciclo, haciendo sonar con un vigoroso soplido, un cuerno,  mientras ofrecía sus ricos y coloridos algodones de azúcar y sus cabritas o palomitas de maiz. Cada una, nos apresuramos en pedir dinero para comprarle el particular dulce. Cuando llegamos hasta el carrito, ya habían varios chiquillos comprando, mientras mirábamos, como enrollaba el algodón en las varitas de madera. Desde ese día, bautizamos al singular vendedor como el Tutú.




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