viernes, 9 de septiembre de 2011

Barquito Manicero

Teníamos  ganas de comer algo dulce, nuestro presupuesto no era muy abundante, como la mayoría de la gente que vivía en el sector, pero en esos años, las cosas sencillas y en familia nos hacían felices.
Nos alistamos con mi papá y mi mami, y nos dirigimos hasta la calle Roberto Espinoza,  cruzamos el cajón del muerto, pasaje que comunicaba esa calle con la calle Nataniel, en frente se veía inmenso, el solar y la plaza Almagro, ya estaba oscureciendo, enfilamos por calle Inés de Aguilera hasta San Diego. Ahí estaba nuestro objetivo, en toda la esquina.
Por el pequeño cañoncito salía  una estelita de humo y el olor del confite se esparcía por todo el lugar. El vendedor era don Francisco, su barquito era el mas surtido de frescos y sabrosos, maníes y avellanas tostadas,  cocos, almendras y maníes, confitados. Muchos éramos los que le comprábamos las calientitas golosinas y las disfrutábamos.



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