Pensábamos salir con mis queridas amigas a entretenernos por la tarde, pero había un pequeño problema, la Patty y yo no teníamos bicicleta, únicamente la Jaque "negrita", tenía el deseado artefacto, le decíamos así cariñosamente, porque era una linda morenita de oscuro cabello rizado, siempre se caracterizó por su simpatía y generosidad, que yo muy bien pude comprobar durante un duro periodo, cuando en algunas oportunidades antes de que mi padre pudiera adquirirlas para mi, me prestaba sus zapatillas, para que pudiera hacer gimnasia en mi liceo, durante un difícil periodo económico familiar y de crisis en nuestro país. Su mamá era muy seria y exigente pero a mi me encantaba, porque era muy simpática conmigo. Su familia fue una de las cuatro primeras del barrio en tener televisor y en comprarles a sus hijos, las mejores bicicletas mini que estuvieron de moda en esos años, todos los chiquillos soñábamos, con tener una de esas lindas bicicletas. Nos pusimos de acuerdo en juntarnos a las cuatro de la tarde, nos arreglaríamos de algún modo para obtener los permisos correspondientes y poder salir a compartir y disfrutar su hermosa bicicleta. Cuando fueron las cuatro de la tarde, nos reunimos con la Jacque, pero la Patty no llegó, su mamá no le había dado permiso, así que ambas nos dirigimos con rumbo a la calle Avenida Bulnes, las ruedas giraban rápidamente, a medida que ella sentada pedaleaba, yo atrás de pie sobre los pedalines, sujetándome en sus hombros, mientras nuestros cabellos volaban con el delicioso viento, que corría en el mes de septiembre, la bicicleta circulaba suavemente por esas veredas anchas, casi vacías, que permitían andar por ellas para no circular por su arteria, donde en ese tiempo,pasaban peligrosamente vehículos en ambas direcciones.
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