jueves, 8 de septiembre de 2011

Al paso de los Marinos

Durante mucho tiempo, desde mis primeros años de edad, hasta mi adolescencia, fue una fecha de tradición para mi viejo y para mí. La que continuó también por un tiempo, con sus nietos, (mis hijos), hasta algunos años mas tarde…


Día 19 de septiembre, desde las primeras horas del día ya se escuchaban en las radioemisoras de mi país, las cuecas y los sonidos marciales de las marchas militares. En este preciso día se realizaba por la tarde, en el parque O”higgins, la parada militar. En ella desfilaban todas las ramas de las fuerzas armadas y mostraban un gran despliegue de uniformados, motorizados y aeronaves. Comenzaba como a las ocho y media de la mañana, cuando desde el puerto de Valparaíso llegaban los marinos, para marchar por las calles Mapocho y la Alameda, con destino al Parque O”Higgins, (conocido años antes como Parque Cousiño), para el desfile de la tarde ante las autoridades.

Muy temprano por la mañana, mi papá me despertaba, luego, mi mamá me vestía con mi tenida nueva, dejaba mis cabellos ordenaditos en una larga trenza.
Tomada de la mano de mi Papá, nos encaminábamos por Avenida Bulnes, hasta Alameda con Teatinos, para instalarnos tras las acordonadas veredas a esperar el paso del hermoso desfile de los marinos. Mientras, los vendedores ambulantes con gorros dieciocheros, vendían los infaltables paquetes de maní tostado, confitado y las pequeñas bolsitas con trocitos de turrones de diferente colores. La mayoría de los niños, estábamos con banderitas tricolores o globos, todos mirábamos sorprendidos la marcialidad de los tambores mayores y de todos los uniformados entretanto, escuchábamos los sorprendentes sonidos de las bandas de guerra. Nuestros corazones parecían saltar el pecho al escuchar el resonar de las trompetas y el fuerte y profundo sonido de los tambores al pasar en frente de nosotros.











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