martes, 10 de mayo de 2011

Tarde de distracción

Recuerdo una tarde de juegos,  aquella loza de cemento con sus cunetas, cubriendo gran parte de la calle empedrada de mi pasaje. El club con ayuda de los vecinos habían trabajado duramente para construirlo y utilizarlo en la celebración de navidad, año nuevo, y fiestas patrias. Ahora nosotros no habíamos adueñado de él, para hacerlo el lugar predilecto de nuestros juegos.  Las rondas, el tombo, ha llegado carta, Paco y ladrón, el alto, el luche, las naciones, el caballito de bronce, buenos días amigos, corre el anillo, el alto, corre corre la guaraca, caballo de Troya, el cordel, la payaya, las escondidas, el pillarse y otros tantos pasatiempos eran nuestros diarios encuentros, ¡que maravilla era jugarlos y que participasen todos!, las risas, las discusiones, los gritos y vítores a menudo se hacían demasiado molestos para los que se encontraban en sus casas. El gran rectángulo de cemento, abarcaba desde las ventanas de la casa de la Chela y por en frente la del Beño, incluyendo mi casa, la de La Señora Lidia, hasta casi las puertas de la casa de la Alicita y por en frente la de Don Emilio. No existía ni el tiempo, ni el clima, ni los enojos de los vecinos, todo se detenía para nosotros, multitud de niños pobres y ricos a la vez, que gozaron de una niñez  abundante de compañerismo y  solaz.



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