martes, 10 de mayo de 2011

Antiguo Diciembre

En esta tarde calurosa de Diciembre cerré mis ojos por un largo rato, dejé a mi mente trasladarme  a  años pasados, hasta mi querido barrio, me veo de pié en medio de ambos pasajes, sobre esa calle empedrada donde corríamos mas de una treintena de niños y niñas divirtiéndonos con un sin fin de juegos,  los que acostumbramos en esa época. Es una tarde del último mes del año,  de otro diciembre en vísperas de navidad. Todos los niños del barrio anhelábamos encontrar  la mañana del día 25  bajo el árbol de pino natural que impregnaba su aroma en nuestra pequeña casa de altos muros,  algún regalo que nos trajera el viejo pascuero.
Ahí me encuentro, bajo el cielo despejado de un día soleado, giro en círculo observando las casas de la cuatro esquinas, las puertas de las casas de la Señora Haydé, la puerta de la casa de Don José Catrín el zapatero, la ventana de la Señora Panchita, y la ventana de la casa de los abuelos de la Enilde, miro aquellos ladrillos rojizos que albergaban unas cuantas arañas saltarinas, las que solían ser también entretenidos juegos para los chiquillos y sobre la cornisas que adornaban los muros cercanos a los techos una gran cantidad de amigables palomas, de variados colores que con el sol mostraban su hermoso plumaje tornasol. De los muros  de la casas que se enfrentaban en los pasajes colgaban cada ciertos metros cables con coloridas ampolletas semejando guirnaldas que los propios vecinos instalaban. Estos arreglos eran organizados por el  Club Deportivo Brasilia,  que nos preparaba también  para las mañanas de navidad las mas entrenidas competencias, carreras alrededor de la manzana, (por las calles Roberto Espinoza, Cóndor, Lord Cochranne, Eyzaguirre, Roberto Espinoza), carreras de ensacados, cucharada con el huevo, pies amarrados, etc., premiando a los ganadores. Luego por la tarde junto al gran árbol de navidad que se instalaba en mi pasaje se hacían competencias de baile, y se  nos preparaban también deliciosas onces con helados y bebidas para todos los niños del barrio. Que maravilloso era ver llegar hasta esa gran y larga mesa a todos mis vecinos, mis amigos y amigas con sus ropitas impecables, sus caritas alegres y limpias y perfectamente peinados. 


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